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Un tema interesante sobre el mundo de la guitarra es comprender cómo funciona el instrumento desde un punto de vista físico-acústico. Es decir, cuando oímos una guitarra, ¿qué es lo que está pasando? ¿Qué partes del instrumento conforman digamos «la voz» del instrumento? Como casi todo en este blog, no pretendo dar una respuesta exhaustiva, ni me meteré en cuestiones físicas muy complejas, ya que como luthier me exceden por completo, y además pueden resultar un tanto aburridas para un público general.

Comportamiento físico-acústico de la guitarra

Seguro que has hecho el experimento, y si no, te animo a hacerlo. Toma una cuerda, puede ser una cuerda vieja de tu guitarra o cualquier cuerda que encuentres por casa. Bien. Ahora pídele a alguien que la agarre por los extremos y la estire cuanto pueda con sus manos. Por último, púlsala, como si fuera una cuerda de guitarra. Comprobarás que se genera una vibración: la cuerda empieza a oscilar de un lado a otro hasta que vuelve al punto de reposo inicial.

Hasta aquí todo bien, pero te habrás dado cuenta de que la vibración que se genera apenas es audible. ¿Qué nos haría falta para que sonase más fuerte? Efectivamente: una caja de resonancia. Puedes hacer el mismo experimento acercando la cuerda a una caja de zapatos, y verás que el sonido sube notablemente de volumen.

Una guitarra clásica o acústica suena gracias a la transmisión de las vibraciones desde las cuerdas a la tapa armónica, a través del puente

Así pues, una caja de resonancia es básicamente un amplificador de la vibración que genera la cuerda al vibrar. Se trata de un comportamiento extrapolable en buena medida al de cualquier instrumento acústico de cuerda, como el violín o el piano. Pero el resumen de la historia es el siguiente: una guitarra clásica o acústica suena gracias a la transmisión de las vibraciones desde las cuerdas a la tapa armónica, a través del puente. Estas vibraciones viajan por la caja y la rebotan hacia afuera, en buena parte a través de la boca del instrumento. Y ya está.

Influencia de la tapa armónica en el sonido de la guitarra

La tapa armónica es la parte acústica y físicamente más activa de una guitarra. Conectada a las cuerdas a través del puente, al pulsar una cuerda, la tapa comienza a vibrar. Puedes comprobarlo en tu guitarra, de manera muy sencilla. Pulsa una cuerda y, acto seguido pon tus dedos sobre la tapa: verás que hay bastante actividad. Que la tapa se mueve. De alguna manera, la tapa armónica «bombea» las vibraciones hacia dentro de la caja de resonancia, que se encarga de devolverlas al exterior a través de la boca del instrumento.

La tapa armónica está construida de una madera blanda, como el abeto o el cedro, de manera que se consigue un material digamos flexible que puede vibrar ampliamente. Si pusiéramos a la tapa de una guitarra una madera muy densa, lo más probable es que sonase menos y con bastante menos balance entre agudos y graves.

O sea, que básicamente lo que estamos escuchando al oír una guitarra es esa vibración del conjunto cuerdas-tapa armónica. Es lo que conforma el sonido del instrumento principalmente. Así lo sostienen muchos guitarreros, entre los cuales es obligado mencionar —una vez más— al gran Antonio de Torres, quien sostenía que el sonido de la guitarra dependía sobre todo de la tapa y su varetaje, tal y como expliqué en este post.

Classical guitar soundboard and bridge

El puente de la guitarra transmite a la tapa armónica la vibración de las cuerdas

Una tapa armónica bien hecha nos da un sonido con matices

Realmente, lo que hace la tapa es responder a la vibración de las cuerdas. Es decir, que, un poco contra lo que he dicho, la tapa no es un elemento propiamente activo en el proceso de generación del sonido, sino que es una reacción al movimiento oscilante de las cuerdas. En este proceso, por supuesto, influye de qué material y tensión sean las cuerdas.

Pero la cuestión es que una tapa armónica será tanto mejor cuanto mejor amplifique todas las ondas que están produciendo las cuerdas. O lo que es lo mismo, cuanto más sensible sea a esas vibraciones, sin dar predominio a unas frecuencias sobre otras. Se dice que así una guitarra está bien balanceada. Si la tapa de una guitarra no está correctamente trabajada, o la densidad de la madera utilizada para construirla no es la adecuada, la reacción al movimiento de las cuerdas será pobre, o demasiado sucio, o con poca potencia… Es decir: estamos ante una mala guitarra.

Una guitarra será tanto mejor cuanto más sensible sea su tapa armónica a las vibraciones generadas por las cuerdas.

Así pues, si la tapa armónica no reacciona a los impulsos del guitarrista, o requiere de este un gran esfuerzo, nos encontramos ante una guitarra de poca calidad, con un sonido sin matices. Si lo pensamos, es algo que sucede con muchas cosas de nuestra vida cotidiana. Podemos tomarnos un vino de poco precio —de esos que vienen en envase de cartón— y sí, estaremos bebiendo vino. Nadie lo discute, en principio. Pero si lo comparamos con un vino de calidad, lo que nos dará este último son muchos más matices en el sabor, en el aroma… Es lo que muchos llaman la «personalidad» del vino. Pues lo mismo puede decirse de la guitarra. Si el sonido tiene matices, entonces hay calidad.

Otra cosa muy diferente es que el sonido de una guitarra nos guste más o menos. O que nos sirva o no para un determinado repertorio. Pero ese es un tema que excede el contenido de este post.

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